«Es extraordinariamente difícil predecir las condiciones de una guerra, porque cada guerra es un caso único, que exige aplicar una lógica particular y no un patrón o modelo fijo» (general Valeri Gerásimov, Jefe de Estado Mayor General de la Federación Rusa). La guerra de Ucrania no es un patrón ni un modelo fijo, es una guerra. El verdadero problema de los humanos es que tenemos emociones del paleolítico, instituciones de la Edad Media y tecnologías propias de dioses. Y esto es muy peligroso. La mañana del 24 febrero de 2022, todos los medios de comunicación de Europa compartieron titular y, sin duda alguna, convirtieron al presidente Putin en «la bestia parda» del 2022. En aquel no tan lejano mes de febrero, Rusia invade Ucrania mediante una operación militar que para la mayoría de los europeos era impensable.
La gente decía ¡esto no puede pasar en la Europa del siglo XXI! Francamente, la frase sonaba pelín manida, pero era cierto, lo que supone la primera invasión de este tipo en Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Después de invadir de forma anónima (soldados sin uniforme llamados por los medios hombres verdes) la península de Crimea, que hasta entonces formaba parte de Ucrania, Rusia invade Ucrania mediante una operación militar rápida con la intención de vencer sin tener que recurrir a la guerra convencional, algo desagradable, exigente, tedioso y caro.
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