La Operación de Prusia Oriental, montada como un esfuerzo de apoyo para la ofensiva principal en el eje Varsovia – Berlín, tuvo que atravesar una línea de defensas bien preparadas en profundidad sin contar con el factor sorpresa y, en consecuencia, las pérdidas fueron altas.
Haciendo una generalización de estas y otras operaciones del tercer periodo, las pérdidas totales de los ejércitos de tanques alcanzaron una media de un 70 por ciento o más, aunque las pérdidas irrecuperables no superaron el 25 por ciento de los efectivos iniciales. El elaborado método de empleo de instalaciones de recuperación y reparación hizo posible que los ejércitos de tanques recobrasen y devolviesen a la acción la mayoría de sus carros de combate y cañones autopropulsados susceptibles de ser reparados sobre el terreno (aunque, debido a la escasez de piezas de repuesto, buena parte del equipo reparable se canibalizaba a medida que progresaba la operación).
En cada una de estas operaciones, casi todos los carros de combate y cañones autopropulsados que requirieron reparaciones corrientes y el 80 por ciento de los que necesitaron reparaciones de nivel medio fueron devueltos a las unidades de combate. De hecho, no era raro, como en el caso del 1.er Ejército de Tanques de la Guardia en la Operación L’vov – Sandomir, que las pérdidas totales excedieran los efectivos iniciales del ejército. En la misma operación, cada uno de los carros de combate y cañones autopropulsados del 3.er Ejército de Tanques de la Guardia estuvo fuera de servicio dos o tres veces y regresaron al servicio en otras tantas ocasiones.
Por supuesto, un factor crítico en el éxito del sistema de recuperación y reparación fue el triunfo en el campo de batalla. Cuando las batallas llegaban a su fin, las fuerzas soviéticas quedaban en posesión del lugar de la carnicería, lo que les permitía recoger, reconocer y clasificar a cada vehículo en las distintas categorías, que iban desde destrucción total a problemas menores de movilidad. Por el contrario, para los alemanes en retirada cada vehículo de combate que quedaba en el campo de batalla era una baja irrecuperable, con independencia de cual fuese su grado de daños.