El comportamiento de las tropas soviéticas en los ínterin entre los grandes enfrentamientos merecía un cuidadoso análisis, ya que proporcionaba claves sobre lo que podía esperarse durante la fase inicial de la batalla en ciernes. La recopilación de información se veía complicada por el hecho de que los comandantes soviéticos pusieron todo el énfasis en la ocultación de sus planes en la fase de concentración para un ataque y durante los preparativos de los sistemas defensivos.
La efectividad del secreto y la adaptación al terreno fueron meridianamente demostradas en el traslado y reagrupación de fuerzas. Aunque la velocidad con la que los comandantes soviéticos efectuaban una reagrupación improvisada de grandes formaciones era en sí misma un logro considerable, la pericia con la que los soldados se trasladaban a la zona del ataque o de un área a otra se antojaba en ocasiones increíble. Ver a unos pocos soldados moviéndose por la nieve a gran distancia significaba a menudo bastante poco para un observador incauto y frívolo. Sin embargo, la observación constante y un recuento preciso revelaban a menudo unos cambios sorprendentemente rápidos en el estado de situación de la fuerza enemiga.
En vista del estado de alerta constante del soldado soviético y de su área de puestos avanzados intensamente minada, cualquier preparación apresurada por parte alemana de un reconocimiento en fuerza estaba abocada por regla general al fracaso o a resultados deficientes. En circunstancias favorables, la patrulla regresaba con un solo prisionero que, o bien pertenecía a alguna unidad de servicios de retaguardia o carecía de información relevante. El mando soviético mantuvo una rígida seguridad y los soldados rara vez conocían las intenciones de sus unidades. No obstante, esta falta de información respecto a los planes de una ofensiva soviética no implicaba que poderosas fuerzas lanzasen un ataque en el mismo punto al día siguiente.
Al objeto de celebrar los días festivos señalados del régimen soviético, los francotiradores trataban generalmente de superar las marcas existentes y, en esas ocasiones, los soldados alemanes debían estar particularmente alerta. Sin embargo, por lo general, los ataques soviéticos podían tener lugar en cualquier día, a cualquier hora, sobre cualquier tipo de terreno y en cualesquiera condiciones meteorológicas. Estos ataques debían su efectividad principalmente al logro y explotación de la sorpresa, a cuyo fin empleaban las tropas del Ejército Rojo tácticas de infiltración tanto en frentes estáticos como en el transcurso de operaciones móviles. Los soldados soviéticos eran maestros en la penetración de las líneas alemanas sin preparación artillera o fuego de apoyo, y en infiltrar por vía aérea escuadras, secciones o compañías sin levantar sospecha alguna.
Aprovechando las horas de oscuridad o el periodo de descanso del mediodía, las condiciones meteorológicas y el terreno, o un ataque de diversión en cualquier otro punto, los soldados soviéticos podían infiltrarse en las posiciones alemanas o flanquearlas. Atravesaban ríos a nado, acechaban en los bosques, ascendían escarpaduras, vestían ropas de paisano o uniformes enemigos, se infiltraban en las columnas de marcha alemanas…, en resumen, de repente, ¡allí estaban! Solo mediante la concentración inmediata podían ser repelidos o aniquilados.
Allí donde los alemanes no eran capaces de organizar con éxito un contragolpe, los soldados soviéticos infiltrados se atrincheraban firmemente y recibían refuerzos en cuestión de horas. Era como una pequeña llama que se transformaba rápidamente en un gran incendio. A pesar del completo cerco, las unidades soviéticas que se habían infiltrado en las posiciones alemanas podían aguantar durante días, pese a las muchas privaciones sufridas. Con su resistencia, podían fijar al terreno a poderosos contingentes alemanes y formar bases de partida para operaciones futuras.