En cualquier caso, Pappenheim ordenó avanzar a su ala a las 14:00 horas. Los coraceros comenzaron a marchar a trote largo «con un ímpetu considerable», con los arcabuceros a caballo y Holstein prestando apoyo cercano.
Pappenheim se desvió ligeramente a la izquierda para evitar a la infantería enemiga del centro y poder golpear en ángulo recto a la caballería sueca. La «fuerza moral» de 3.800 jinetes de caballería pesada parecía irresistible, especialmente desde que Gustavo Adolfo había decidido enfrentarse a ellos desde una posición de reposo. La mayor parte de los jinetes hubiera vacilado, y era comprensible. Pero el rey había preparado bien a sus hombres, y éstos eran la elite. Justo en el momento preciso —cuando la primera línea de Pappenheim ya había disparado y la caracola se había detenido— todos los suecos descargaron sus armas, 860 mosquetes y 2.450 pistolas.
El impacto moral fue desproporcionado respecto al impacto real (quizá 150 hombres alcanzados de 2.500). La caballería sueca arrancó para «rechazar» a los desordenados Imperiales. Se llegaron a cruzar algunas espadas y hubo algunos fogonazos de pistola pero no se produjo un verdadero contacto. Los mosqueteros largaron una segunda descarga. Los Imperiales rompieron el contacto y lentamente se fueron retirando de la barrera de humo y acero. La «carga» de Pappenheim había sido «repelida», esto es, los suecos habían sobrevivido a la primera caracola. Su júbilo era palpable.