Una vez dentro se dirigió Garci Méndez a la puerta para ver si podía abrirla y meter dentro del castillo al maestre de campo herido y al resto de capitanes y soldados que seguían fuera. Los defensores, temiendo la ira de los jenízaros y viendo la poca gente que quedaba en pie en el interior, por estar la mayoría heridos, la habían tapiado y abastionado, no pudiéndose abrir.
Entonces subió el alférez a la muralla y le dijo al maestre de campo de lanzarle la maroma para que subiese por una ventana. Francisco Sarmiento, mal herido de tres flechazos en la cara y en la cabeza le gritó:
«Nunca Dios tal quiera que yo me salve y los compañeros se pierdan sin mí».
En ese momento llegaron los jenízaros a las inmediaciones de la muralla. Sarmiento, viendo ya perdida la plaza prefirió luchar y morir con los que tenía en su derredor antes que buscar la protección del castillo, que a la postre lo llevaría a la esclavitud, así que espalda contra espalda se dispusieron aquellos españoles a luchar hasta el final. El maestre de campo gritaba a los que tenía alrededor:
«Mirad, amigos, hijos y compañeros como peleáis con estos infieles, ya que la muerte cierre nuestros ojos no sin dar muestra de firmes cristianos y valientes españoles, pues que pudiendo vivir sin pelear, nos guardamos para hacer tan honrado fin. Mirad no huya nadie, mirad como pelean aquellos sobre los cuerpos ya difuntos».
Al fin quedaron rodeados por los turcos, sin que los jenízaros mostraran intención de querer matar al maestre de campo. Algunos de éstos le decían en español <rendíos, señor, no queráis morir tan míseramente>. Pero ignorándolos siguió peleando, igual que el capitán Juan Vizcaíno y el capitán Frías, que hacían otro tanto unos metros más allá. Dejemos que sea Cereceda el que narre el final del maestre de campo Francisco Sarmiento:
«el capitán Juan Vizcaíno, que muy cerca de él estaba, también cercado de otros jenízaros, peleando valerosamente, uno de estos jenízaros le da un golpe de espada en la cabeza que lo hace desatinar, y así, se va contra del maestre de campo y se abraza con él. Al momento, éstos, que venían en contra del capitán Juan Vizcaíno dan en el maestre de campo y lo matan, que no pudo ser salvado por los otros jenízaros que primero lo tenían cercado. Así, ellos, como los demás que en torno del castillo estaban, fueron hechos pedazos».