Los responsables directos de las principales victorias británicas en sus enfrentamientos navales con los italianos no fueron los acorazados, sino los portaviones.
Las oleadas de aviones lanzados desde esas plataformas móviles fueron un instrumento de acoso muy efectivo que, inclusive, logró paralizar navíos de la Regia Marina que luego fueron cañoneados por la flota. Para el inicio de la guerra entre Gran Bretaña e Italia -10 de junio de 1940- la Royal Navy contaba con un notable número de portaviones: tres de la clase Courageous (26.500 toneladas y 48 aviones cada uno); el Argus, decano de esta clase de naves (14.775 toneladas y 20 aviones); el Eagle (26.200 toneladas y 21 aviones); el Hermes (10.950 toneladas y 20 aviones y, por último, el Ark Royal (27.000 toneladas y 60 aviones).
Gran Bretaña, aprendiendo de eventos como la pérdida del Repulse y el Prince of Wales y el raid de Tarento, dirigió parte de su esfuerzo bélico en la construcción de portaviones de línea, como el Unicorn, los seis de la serie Formidable y los ocho de la clase Colossus, reforzados por cuarenta y cinco portaviones de escolta hechos a partir de buques mercantes modificados.