Los asesinos del KGB. ESPÍAS – Calder Walton

Los asesinos a sueldo del KGB se habían convertido en un bochorno público para el Kremlin. En septiembre de 1954, siguiendo de nuevo instrucciones de Jruschov, el KGB envió a un asesino para que eliminase a otro dirigente de un grupo nacionalista ucraniano, el NTS, que vivía mantenido por la CIA en Alemania Occidental. El asesino era un ex actor rubio y de ojos azules, Nikolai Khokhlov. El arma era una pistola de carga eléctrica que disparaba dardos recubiertos de cianuro. La pistola y su silenciador iban ocultos en un paquete de cigarrillos. Pero Khokhlov tuvo una crisis de fe. Cuando apareció en la puerta del apartamento de su pretendida víctima en Frankfurt en febrero de 1954, le anunció: «Vengo a verte desde Moscú. El Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética ha ordenado tu asesinato» –y luego le explicó que había decidido no llevar a cabo el acto. En su lugar, Khokhlov desertó a una CIA inicialmente escéptica en abril de ese año.

Se celebró una multitudinaria rueda de prensa en la que reveló el complot de asesinato y mostró su caja de cigarrillos letal a los medios de comunicación de todo el mundo. Esconderse a plena vista era la mejor defensa contra las represalias soviéticas. Dos años más tarde, el KGB intentó matar a su antiguo asesino con talio radiactivo (elegido porque Moscú creía que se degradaría tras la muerte). Consiguió que a Khokhlov se le cayese el pelo, pero no fue letal.

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BS_Spetsnaz
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