Las Brigadas Internacionales. DE BELCHITE AL EBRO

Uno de los problemas más llamativos era la llamada «españolización» de las unidades internacionales. Desde enero de 1937 la presencia de reclutas españoles entre las filas internacionales se había ido incrementando hasta llegar, en algunos casos, a representar el 70 por ciento de sus efectivos. Pese a lo que pudiera esperarse, el problema no era que se temiera por la integridad de las unidades internacionales por una excesiva presencia de reclutas españoles. Esta se entendía como una necesidad ineludible si se quería mantener el número y operatividad de las unidades.

El problema era la reacción que la presencia de soldados y oficiales españoles había provocado en parte de los voluntarios extranjeros. El resultado más evidente había sido una política, oficiosa cuando menos, de aislacionismo entre unos y otros. Sin menospreciar las dificultades que implicaban las barreras idiomáticas y los ingentes esfuerzos realizados para alfabetizar a los voluntarios y enseñarles castellano (Naya y Prades, 2023), no hay que olvidar que la población local, en la inmensa mayoría de casos no había dispuesto de ninguna oportunidad para acceder al conocimiento de otros idiomas, y la mayoría de los voluntarios tampoco sabían una palabra de castellano. La realidad era que extranjeros y locales se organizaban, en la mayoría de los casos, de forma aislada. Prueba de ello son las escasas, cuando no testimoniales, referencias a compañeros de armas españoles en las memorias de la mayor parte de los brigadistas.

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