
Pese al triunfo de las fuerzas armadas israelíes, la Guerra del Yom Kippur fue una experiencia traumática para el estado de Israel. La calamitosa situación tanto en el Sinaí como en el Golán durante los primeros días de combates, unida a la onerosa factura en hombres y material que se cobraron las hostilidades, sacudió al país hasta lo más profundo.
En consecuencia, los estudios forenses de los combates se centraron generalmente en cómo se desempeñaron las IDF al comienzo de las hostilidades, en lugar de cuál fue su actuación posteriormente en la guerra.
La cúpula de la defensa israelí no sólo puso todos sus esfuerzos en modificar la estructura de la fuerza de las IDF, sino que realizó cambios igualmente importantes en su doctrina de combate durante el periodo comprendido entre la Guerra de Yom Kippur y la Guerra del Líbano. Por un lado, a pesar de las importantes pérdidas en blindados y aviones sufridas por las fuerzas armadas israelíes en 1973, el alto mando mantuvo su compromiso con una doctrina de combate basada en la guerra de maniobra ofensiva a nivel táctico y operacional, en la que el carro de combate y el cazabombardero ocupaban los papeles principales. Sencillamente, los estrategas israelíes se negaban a considerar la idea de que los carros y los cazabombarderos se hubiesen vuelto inefectivos por la aparición de armas contracarro y de defensa antiaérea avanzadas en el campo de batalla.
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