Klaus Fuchs proporcionó a los soviéticos información que aceleró su programa de desarrollo de la bomba atómica. Cuando se conoció la noticia, el director del FBI, Edgar Hoover, afirmó que Fuchs «dio a Stalin la bomba atómica» y lo calificó como «el crimen del siglo». La realidad era menos sencilla. La bomba atómica soviética se construyó gracias a un enorme esfuerzo industrial y de ingeniería soviético. Las labores de espionaje de Fuchs, y de los demás espías atómicos de Stalin, ayudó a los científicos soviéticos a acelerar la construcción de una bomba de forma más rápida y barata, evitando los procesos de ensayo y error que los científicos occidentales habían experimentado en el Proyecto Manhattan. Hasta el día de hoy, ésa sigue siendo la esencia de la recopilación de información científica y técnica: robar secretos militares e industriales ahorra dinero y acelera la investigación y el desarrollo.
En el transcurso de sus 7 años de actividad como agente soviético, Fuchs transmitió a Moscú fórmulas complejas para enriquecer el uranio natural hasta convertirlo en mineral apto para bombas, así como los planos técnicos de las instalaciones de producción y los principios de ingeniería del método de «implosión». Eso permitió a los científicos soviéticos construir una bomba atómica utilizando plutonio, un elemento más fácil de fabricar que el uranio enriquecido. La información de inteligencia de Fuchs permitió a los científicos nucleares de Stalin sortear el desarrollo de una bomba basada en el uranio, como la lanzada sobre Hiroshima, que requería una gran labor de minería e ingeniería para extraer el isótopo de uranio 235, y contribuyó a que pasasen a desarrollar directamente una bomba de plutonio, como la lanzada sobre Nagasaki.
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Servicios Soviéticos de Información y Seguridad, la dimensión paramilitar.