Momentos más tarde se escuchó a un vigía de la parte superior del puente que gritaba: «Aproximándose seis aviones basados en tierra, 20 grados por estribor. Sobre el horizonte».
Escrutando el cielo a estribor vi, efectivamente, los aviones enemigos volando en fila de a uno. Parecía como si el enemigo hubiera planeado un ataque convergente desde ambos flancos cuya sincronización hubiese fallado, afortunadamente para nosotros. Nuestros cruceros abrieron fuego a continuación de los destructores de vanguardia. En ese momento, el acorazado Kirishima, a estribor del Akagi, descargó sus principales baterías contra los atacantes.
Pero seguían acercándose, volando a poca altura sobre el agua. Negras explosiones de fuego antiaéreo se multiplicaban a su alrededor, pero ninguno de los incursores caía. Cuando los cañones del Akagi comenzaron a disparar, tres Zero se arriesgaron al fuego de
nuestra propia barrera antiaérea y picaron sobre los aparatos norteamericanos. En unos instantes fueron incendiados tres aviones enemigos, que se estrellaron en el agua.
Los otros tres aparatos mantuvieron valientemente su curso y soltaron, finalmente, sus torpedos. Liberados de su carga, los aviones atacantes viraron abruptamente a la derecha y se alejaron, excepto el avión de cabeza, que pasó por encima del Akagi, de estribor a babor, casi rozando el puente. Se vio claramente la estrella blanca en el fuselaje del avión, un B-26. Inmediatamente después de cruzar nuestro barco estalló en llamas y se precipitó en el mar.