Los franceses copaban las bordas, castillo y alcázar de su galeón, toda la tropa gritaba con el ánimo de aterrorizar a la tripulación del San Mateo, dotación que por otra parte parecía brillar por su ausencia, a excepción de los marineros de gavias y otros que se veían por cubierta.
El estruendo de timbales y cornetas hacía, quizá, más horrible aquella amenazante figura que desde los penoles del mastelerito y masteleros pasando por las gavias se adornaban de banderas y gallardetes de colores amarrillo, anaranjado y negro. Cuando el Saint-Pierre aproaba contra el castillo de proa del San Mateo, la artillería del primero, la de su cubierta baja con sus cañones, medios y culebrinas, y la de la principal, con sus versos, esmeriles y falconetes, lanzaba una descarga cerrada contra el costado del galón hispano, a su vez la arcabucería barría las bordas y todo aquello que se encontrase al descubierto, era el momento para que los marineros más habilidosos lanzasen sus cabos con las garfios para amarrar el mastodóntico galeón, el cual parecía inactivo. Era la táctica española, dejar que el otro descargase sus armas y aguantar tras la resistente estructura y envolvente del forro. La descarga fue como una bofetada, estremeció hasta la última cuaderna, consiguió que la nave se balanceara sobre su crujía. El galeón no reaccionaba.
Apresuradamente los artilleros franceses comenzaron a retirar sus piezas para proceder a cargarlas, lo mismo hacían los arcabuceros y mosqueteros con sus armas apoyadas por la culata en la cubierta, se afanaban en introducir la pólvora, les era esencial hacer una segunda andanada mientras los marineros tiraban de los cabos para pegar costado con costado. Ese era el momento que dictaminaba la doctrina española, como casi sin querer los trozos de infantes repartidos por las distintas estancias hacían su aparición, las portas de artillería se llenaban de luces y fogonazos, era la respuesta del San Mateo, toda la artillería de babor disparaba sus bocas de fuego y la infantería hacía una descarga cerrada contra las cubiertas del francés que se hallaban abarrotadas y con sus gentes en sus puestos. Fue una debacle para la dotación del galeón enemigo.
Realmente me ha encantado con mayúsculas este título. No me esperaba tal profusión de datos y sobre todo la cronología tan precisa en los detalles y la narración
Dos apuntes para futuras ediciones: los mapas, perfectos para seguir la secuencia del desarrollo de las batallas, creo q estarían mucho mejor intercalados entre las páginas q los describen, ya q leer con dos páginas abiertas a la vez es muy incómodo. Y segundo, como integrante del actual heredero del Tercio de Figueroa, resaltar q la Infantería de Marina, no existía en esa época. Los Tercios iban donde se les requería, aunque su base de operaciones siempre fuera terrestre, participaban donde la corona los requería. Todo esto esta documentado por si lo quieren comprobar.
Espero q continúen con su extraordinaria labor editorial, de la q soy un gran seguidor
Mariano Salmoral Garcia Subteniente del Regimiento Acorazado Córdoba N°10
Hola Mariano, gracias por tu comentario. Nos alegramos mucho de que hayas disfrutado del libro. Le trasladaremos tu comentario al autor. Saludos.