Charlie se inclinó hacia delante para comprobar sus indicadores, buscando cualquier indicio de problema en el motor número cuatro, su niño problemático. Al echar un vistazo al exterior, al motor, por la ventanilla del copiloto, Charlie vio algo que le encogió el corazón en un segundo. Un Bf 109 con un lomo verde se balanceaba en la turbulencia a un metro del extremo del ala derecha del The Pub.
Charlie cerró los ojos y meneó la cabeza, pensando que acababa de caer en un mal sueño. Pero cuando volvió a abrir sus ojos, el Bf 109 estaba todavía allí.
En el morro, Doc se percató de la misma silueta oscura a través de la ventanilla de Andy. Fijó sus ojos en el Bf 109 y presenció algo increíble. El piloto alemán hacía gestos al piloto norteamericano.
Charlie vio como el alemán le gesticulaba pero pensó que estaban viendo alucinaciones. En lugar de corresponderle gesticulando a su vez, Charlie se quedó mirándolo. En el morro, Doc seguía pegado a la ventanilla de Andy.
Pinky subió a la cabina y se sentó en su sitio junto a Charlie. «Nos quedamos», dijo. «Los chicos han decidido por unanimidad que vas a necesitar ayuda si quieres volar esta preciosidad a casa».
Pinky esperaba que Charlie sonriese u objetara. Charlie miraba a través de él. Pinky siguió la mirada fuera de la ventanilla.
«Dios mío, esto es una pesadilla», exclamó Pinky.
Sin pestañear, Charlie le dijo a Pinky, «nos va a destruir».