Carga soviética contra una trinchera alemana. PICADORA DE CARNE

Un integrante de la Grossdeutschland vio así el ataque soviético a sus posiciones en Bely: «Hacia las 09.00, el primer [carro de combate soviético] cruzó nuestras líneas y embistió nuestros cañones contracarro; uno pasó directamente sobre nuestra trinchera. Por desgracia, no teníamos a mano granadas de mano ni cargas de demolición. Cuando escampó un momento, pudimos ver a nuestra infantería arrastrándose por las posiciones y oímos el “¡Hurra!” de los bolcheviques. Intenté por todos los medios enviar las soluciones de tiro a los cañones, llegué a ver un impacto, pero para cuando se efectuó el siguiente disparo caía una cortina de nieve tan gruesa delante de nosotros que no podíamos ver nada más.

De repente, a eso de las 10.00, aparecieron otros 10 T-34 frente a nosotros y pasaron por encima de nuestras trincheras. Cien pasos por detrás los seguía la infantería rusa. Nos preguntamos por qué nuestros granaderos no disparaban y entonces los vimos retroceder en grupo detrás de nosotros. ¿Qué hacer? Si retrocedíamos también, los rusos no tardarían en llegar a nuestra colina y simplemente nos abatirían mientras bajábamos al barranco. Así que decidimos quedarnos e intentar resistir.

Recogimos todas las ametralladoras y subfusiles a nuestro alcance. El capitán Fromm, que se nos había unido poco antes, tomó el mando de los últimos defensores –unos 45 hombres-, incluidas dos dotaciones de cañones contracarro, varios granaderos y nuestro operador de radio. No había nada más que hacer –teníamos que salir corriendo…».

QUIERO EL LIBRO

De regalo una réplica gigante a todo color (42x59cm) de un mapa de situación de la Wehrmacht de 1942 del Saliente de Rzhev por una cara y del área geográfica de Rzhev por la otra para que puedas seguir las operaciones.

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3 respuestas a Carga soviética contra una trinchera alemana. PICADORA DE CARNE

  1. Hakenkreuz dijo:

    He leído el libro del doctor Prit Buttar, «Picadora de Carne. Las batallas por el saliente de Rzhev 1942-43» de Editorial Salamina y me he llevado una decepción. El doctor Buttar incurre en los mismos errores propagandísticos y de engaños y mentiras en los que suele incurrir la mayor parte de la «historiografía» angloparlante, consistente en tratar de «justificar» con engaño la complicidad con la URSS de Stalin durante la II GM, el hecho de que USA se convirtiese, junto a toda la Commonwealth y el Imperio Británico, en el «arsenal del comunismo». Ustedes juzgarán si censuran o no las siguientes razones:

    1º En la URSS, hasta el mismo día 21/6/1941, se estudiaba y propagaba, especialmente a las generaciones jóvenes de entonces a las que alude el doctor Buttar, lo que contenía el Manifiesto Comunista (K. Marx y F. Engels) y tanto defendieron los bolcheviques con Lenin a la cabeza y que siguió siendo indiscutible con Stalin: «el proletariado no tiene patria». Esto era un fundamento de la política soviética desde Lenin y cualquier oposición a ese precepto marxista era castigado con terror rojo. Así creció la juventud de la que habla el doctor Buttar y que nutrió el Ejército Rojo por la fuerza. La patria era un «invento burgués» y así se enseñaba a los jóvenes en colegios, institutos, escuelas de oficios, escuelas politécnicas, universidades, industrias, fábricas, empresas, ministerios, organismos, centros de instrucción militar y del komsomol, y a la población general por medio de prensa y radio, casi de modo continuo.
    A partir de la invasión, Stalin, de modo diabólico, apela a los sentimientos patrióticos de muchos militares sobrevivientes de las purgas, para animarles a luchar, con lo que instrumentalizó el patriotismo (sentimiento noble) para lograr la victoria. Y, lo curioso es que los militares vocacionales, los verdaderamente patriotas, habían sido exterminados en su famosa purga de oficiales, luego el patriotismo al que apelaba Stalin no fue más que un puro engaño demoníaco. Incluso llegó a prohibir denominar a la IIGM como tal y si denominarla la «Gran guerra patriótica».

    2º El Ejército Rojo NO luchó por patriotismo, sino por puro TERROR ROJO. Un terror que afectó no solo a oficiales y soldados del propio Ejército Rojo, sino a toda la población, incluso a la que cayó bajo dominio alemán, bastante hostigada por partisanos tras las líneas del frente, aunque Buttar, en otra característica típica de la «historiografía» angloparlante, atribuye los crímenes soviéticos a los alemanes, como costumbre ya en ese tipo de «historiadores». El TERROR ROJO se materializó, básicamente en lo siguiente:
    a) Ejecución inmediata de todo el que, siendo capturado, era desertor, huía del frente, se había pasado al enemigo (en caso de volver a dominio soviético) o había fingido o parecía haber fingido una herida para evitar seguir luchando y muriendo. Los comisarios seguían a las tropas de infantería y de fusileros con ametralladoras abatiendo a los que huían, quedaban rezagados o trataban de desertar. Los testimonios sobre esta criminal y genocida costumbre son abrumadores entre excombatientes supervivientes. Buttar lo oculta bajo testimonios inventados por la propaganda soviética, pródigamente transcritos en su libro (ocupan buena parte del total de páginas).
    b) Ejecución aleatoria de compañeros de unidad del desertor por no haberle delatado a los comisarios. Esto generó una desconfianza y un miedo enorme entre los propios soldados y oficiales del Ejército Rojo, una desnaturalización de la lealtad en tropa y oficiales. El ambiente en las unidades soviéticas no era de camaradería, como se pretende hacer creer, sino de miedo y terror continuo. Algo totalmente anómalo. Los militares del Ejército Rojo vivían en estado de terror continuo y no confiaban en nadie. Se fomentó la delación entre compañeros y compatriotas.
    c) Se amenazó a soldados y oficiales que su deserción, huida, herida fingida o su pase al enemigo, implicaría la deportación al gulag de sus parientes (padres, madres, hermanos, hermanas menores, etc.). Esto no dejó opción a los reclutados, o los mataban unos o los mataban otros y muchos optaron por luchar para salvar a sus propios parientes. Su experiencia de los más de veinte años anteriores era inequívoca al respecto. Sabían bien que no solo amenazaban, que bastaba la menor sospecha para acabar en un gulag o en una fosa común. Los bolcheviques no respetaban vida alguna con tal de mantenerse en el poder con Stalin a la cabeza indiscutida.
    d) Se amenazó a la población de la retaguardia no ocupada si no delataba a algún espía, desertor, boicoteador o traidor, supuesto o real. El ambiente de terror fue implacable y llevó a la muerte a miles y miles de inocentes y culpables.
    e) El terror tras las líneas del frente lo llevaron a cabo partisanos llegados en paracaídas. Asesinaron y quemaron aldeas por «colaborar» con el invasor fascista contra el «pueblo». Buttar atribuye a los alemanes los crímenes incontables de los partisanos sobre sus propios ciudadanos.

  2. Hakenkreuz dijo:

    3º Prit Buttar, al igual que muchos «historiadores» militares angloparlantes oculta un hecho inequívoco en el frente del este durante la IIGM: la masiva colaboración de ciudadanos de la URSS con la invasión alemana.
    No es un secreto que muchos ciudadanos soviéticos, especialmente de los países bálticos, las repúblicas caucásicas tras la operación Blau, Ucrania, Bielorrusia y la propia Rusia occidental, colaboraron con los alemanes pasándose incluso en masa a sus filas sin luchar. Hubo más de seis millones de ciudadanos soviéticos que trabajaron para los alemanes durante la IIGM como Hiwis, es decir, como personal auxiliar tanto para la Wehrmacht, como para otros cuerpos militares o policiales, como en instalaciones militares, como para las minas e industrias que los alemanes pusieron en marcha tras la invasión (téngase en cuenta que los alemanes no podían ni soñar controlar todas y cada una de las decenas de miles de aldeas de territorio ocupado. Se limitaron a pasar de largo en éstas y a desarmar a los que tuviesen armas tras su rendición o captura. Los koljoses, entonces mares de eriales en su mayoría, pasaron a ser tímida y expontáneamente cultivados de modo voluntario por los campesinos bajo ocupación alemana y se les permitió mercadillos en ciudades con los productos agropecuarios que, salvo necesidades, los alemanes no requisaron. Incluso el famoso general Vlasov se pasó con incontables soldados soviéticos a los alemanes para derrocar a Stalin.
    Los bálticos incluso formaron parte de sus unidades militares y los ucranianos formaron buen parte del contingente que vigilaba los lager donde eran recluidos los prisioneros de guerra soviéticos.
    La cantidad de ciudadanos civiles y militares soviéticos que ayudaron a los alemanes con la finalidad de librarse del comunismo soviético fue pasmosa, algo inaudito que los historiadores angloparlantes silencian por sistema. Las tropas alemanas fueron recibidas en no pocos lugares como auténticos libertadores, con flores y con alegría de la población, que llegó a derribar todo tipo de símbolo comunista y bustos soviéticos.
    Tan abrumadora fue la cifra de colaboracionismo con el III Reich en la URSS ocupada, que millones de ciudadanos y soldados y oficiales soviéticos llevados a Alemania, a sus industrias y a trabajar para los alemanes que sobrevivieron a la guerra, no quisieron volver a la URSS ni encadenados, pues sabían que allí les esperaba la ejecución o el gulag. Aún así, UK y USA deportaron allí a cientos de miles de soviéticos contra su voluntad, cual si se tratase de prisioneros indeseables.

    Lo curioso del caso es que NO ocurre lo mismo en sentido contrario. Los alemanes no se pasaron en número considerable a los soviéticos, ni siquiera a partir de septiembre de 1943, cuando empezaban a perder la guerra, ni colaboraron con ellos en modo alguno de modo masivo (el caso de Von Paulus y otros pocos altos oficiales alemanes en cautividad, que lanzaron mensajes derrotistas y subversivos contra Hitler por radio soviética, es excepcional en toda la historia de la conflagración y se dio bajo promesa, por supuesto que incumplida, de buen trato a los prisioneros de su Sexto Ejército tras la capitulación en febrero de 1943. De ahí el desprecio con que los alemanes y el frío obstracismo al que condenaron al mariscal en la post guerra, incluso en la RDA donde residió el resto de sus días). Los prisioneros alemanes que fueron capturados por los soviéticos, fueron enviados a gulags y a trabajos forzados como esclavos subalimentados en Siberia y un porcentaje muy bajo sobrevivió a la guerra y logró volver a Alemania. Y lo mismo sucedió con aliados anticomunistas del EJE (voluntarios de más de veinte naciones), fueron contados los que se pasaron voluntariamente al enemigo (muchas veces ante el hambre atroz a la que fueron sometidos y para poder comer tras firmar la ciudadanía soviética), evidentemente la mayoría por afinidad ideológica y con la sorpresa de ser fusilados como «recompensa» roja por no traerles a los soviéticos información relevante, pues los rojos no respetaban a nadie.

    Es todo ello significativo porque Stalin pretendía lograr que en zona ocupada la gente, los campesinos y ciudadanos , se soliviantara aterrorizada contra los invasores, algo que ni por asomo sucedió desde el verano de 1941 al de 1944, periodo en el que duró la ocupación alemana de la URSS (países bálticos aparte). Esto lo silencia Buttar y sus homólogos angloparlantes. Incluso los partisanos ejercieron el terror rojo sobre sus propios compatriotas para lograr soliviantarlos, aunque lo único que lograron es aumentar aún más sus penalidades y los crímenes, evidentemente todos ellos imputados a los alemanes, como señala Buttar en su ensayo novelesco, pues de eso trata la «historiografía» aliada en general, en imputar a los alemanes los genocidios perpetrados por los soviéticos y los angloparlantes en occidente, como el caso de Katyn y miles y miles de otras fosas repletas de cadáveres que se ocultaron en Nüremberg por pura «justicia política», todo un caso de prevaricación histórica internacional. Y Buttar no deja de ser funcionario de tal «historiografía» por lo que se lee en su ensayo que mezcla propaganda soviética novelesca, muy propia de los relatos soviéticos de postguerra, con relato fiel a los hechos alemán, por cierto, con una única fuente fiable en su Bibliografía de reciente apertura tras décadas de cerrada censura por secreto oficial (y por interés político), las del Buderarchiv militar de Freiburgo (Alemania), que son los informes de los ejércitos y unidades alemanes, la única fuente fiable de datos, pues los alemanes necesitaban precisión para tomar decisiones acertadas. Estos archivos han empezado a ganar las últimas batallas del III Reich, haciendo añicos, cual si de divisiones panzer o Waffen SS se tratara, mitos criminales genocidas de los anglo bolcheviques y, quien sabe, si haciendo añicos toda la historiografía desde 1945 de odio incontrolado al nazismo y a los alemanes.

  3. Hakenkreuz dijo:

    4º Sí es importante señalar lo que el doctor Prit Buttar afirma sobre la vida en la URSS en media página. Concretamente afirma que la población pudo superar el analfabetismo, tener una vivienda y que los soviéticos pudieron tener oportunidades laborales mejores a pesar de su origen humilde.

    Lo primero es que lo que sucedió en la URSS al evidente analfabetismo, común a casi todas las naciones del globo por entonces, fue el puro y duro adoctrinamiento desde niños, no la educación en términos estrictos. No interesaba que los jóvenes supiesen, sino que fueran instrumentos del Estado, para eso se les lavaba el cerebro y se les adoctrinaba, tal cual. Eso era lo que en la URSS llamaban «educación» y «alfabetización». Pero la realidad es que si a un niño, desde su tierna infancia, no se le inculca la capacidad de discernimiento, IMPRESCINDIBLE para poder ser LIBRE, lo que se le enseñe no tiene valor alguno salvo para los que lo operan como a un títere. Se pudo comprobar en los años noventa aquí, en occidente, la pobrísima formación de los científicos e ingenieros soviéticos emigrados a occidente, a años luz de sus homónimos occidentales. Solo los que pudieron eludir el control estricto soviético y pudieron ponerse al día de las investigaciones occidentales pudieron tener acceso a los centros de investigación occidentales, una minoría. En la URSS la investigación era nula, existía total desincentivo. Allí solo prevaleció el espionaje llegado de occidente por correligionarios que desconocían la realidad soviética y creían que era un paraíso que había que importar a occidente, de otro modo no habrían podido ni construir casas o muebles elementales. Allí convenía no destacar, no llamar la atención de los mandatarios comunistas para luego no decepcionar los escuálidos resultados investigadores con pésimos medios, lo que podría acarrear toda suerte de castigos, incluso para los parientes del científico e ingeniero, pues esos mandatarios no tenían paciencia alguna ni admitían excusas de ningún tipo. Esa era la realidad. Y Yakolev fue uno de los que lo pudo comprobar en sus carnes previamente a la IIGM.
    En la URSS, se adoctrinaba a los niños y niñas desde su más tierna infancia, no se les educaba en sentido estricto. Lo que Buttar afirma en su libro es un engaño tan malintencionado que todo lector debería desconfiar de este tipo de relatos.

    Por otra parte, en la URSS, el predominio era una inmensidad de chabolas de madera, como las de los gitanos a las afueras de las ciudades, y una falta aterradora de espacio para las familias en las ciudades. Se daba el caso de que un piso era compartido hasta por tres familias, con cocinas y cuartos de baño comunes por planta. Kruschev se prodigó en construir viviendas, pero en la URSS nunca se pasó, en las ciudades, de 13 metros cuadrados por persona en cada vivienda. Parece mentira que Buttar afirme lo que afirma en su novela ensayo. En la URSS, las condiciones habitacionales para los proletarios y campesinos, eran cuartomundistas. No. No hubo viviendas para los obreros, y mucho menos dignas y de mínima habitabilidad. Buttar, como muchos angloparlantes miente descaradamente.

    Y, por último, en lo que concierne a las «oportunidades», debió empezar con la más elemental de todas: la de poder emigrar a otro país. En la URSS NO hubo otra oportunidad que la que los comisarios quisieron para la población, esclava de un régimen ultra genocida cual no ha conocido la humanidad desde Adán y Eva. No hubo tales oportunidades ni en sueños. Cada persona vivía con terror esperando que nadie llamase a su puerta en la madrugada, pues todo el mundo sabía qué significaba eso. Y trabajaba donde le mandaban en régimen de estricta e implacable esclavitud sin derecho alguno a la más mínima protesta. El relato fábula del doctor Buttar es como para pensar en no poner la salud en sus manos, como tampoco en cualquiera que, eligiendo la profesión de salvar vidas, practicase abortos y eutanasias. la coherencia expositiva deja muchísimo que desear.

    Siento ser tan implacable, señores de la editorial Salamina, pero la fidelidad a la verdad es lo primero.

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