En ese instante voló una pisapatatas alemana [granada de mano] cayendo en mitad del grupo. Nos separamos lo más rápido posible, pero el cabo Joe Toye de Reading, Pensilvania, se tiró al suelo con la mala suerte de que la granada cayera entre sus piernas estando bocabajo.
Estalló cuando le gritaba «¡muévete, por Dios santo, muévete!». Su cuerpo sencillamente se levantó y volvió a caer a consecuencia de la explosión, pero no resultó herido y estuvo listo para continuar. Para entonces, un par de hombres habían arrojado granadas a los alemanes, así que después de efectuar unos disparos arrancamos una carrera loca sin detenernos si quiera a ver como estaba Wynn. El soldado Gerald Lorraine y el sargento Bill Guarnere me acompañaban mientras les arrojábamos de todo y nos poníamos en posición.
Ambos soldados llevaban tommy gun y yo tenía mi fusil M-1. Entonces, tres Jerries abandonaron uno de los cañones y comenzaron a correr en dirección a la Granja de Brecourt. Solo tuve que gritar una vez para alertar a Guarnere y a Lorraine, que dispararon de inmediato sobre ellos. Lorrain alcanzó a su hombre con la primera ráfaga. Mi disparo alcanzó a mi hombre en la cabeza. Guarnere falló su blanco, que entonces se dio la vuelta y comenzó a correr hacia uno de los cañones.
Solo había dado dos zancadas cuando uno de mis disparos le dio en la espalda y lo derribó. Entonces Guarnere acomodó su arma y llenó de plomo al soldado con su tommy gun. Justo habíamos acabado con estos tres hombres cuando un cuarto alemán surgió de la linde del bosque a unos cien metros de distancia. Yo lo vi primero y tuve la frialdad de agacharme y tratar de efectuar un buen disparo. La muerte fue instantánea. Todo este enfrentamiento debió durar unos quince o veinte segundos desde que asaltamos la primera posición artillera….