Partimos para Bayona; la distancia era grande; padecimos el calor, pero al fin llegamos al puente de Irún.
Nuestros camaradas encontraron un nido de cigüeña y cogieron a los dos polluelos. Las autoridades vinieron a ver al coronel a reclamarlos; el alcalde demandó que se los entregasen, porque estas aves eran necesarias en ese clima para la contención de serpientes y lagartos; dijo que en su país se penaba con galeras a aquellos que matasen cigüeñas. Así que, por esta razón, se ven por todos sitios; las llanuras están atestadas de ellas, y merodean por las calles de los pueblos. Se les colocan ruedas viejas en lo alto de postes y hacen sus nidos en lo más alto de los edificios.
Tras haber llegado al lugar de nuestra primera parada, algunos de nuestros soldados encontraron vino de Málaga a tres sous la botella y se lo bebieron como si fuese suero de leche; se desplomaron completamente borrachos. Fue necesario requisar carros para cargarlos como si fuesen terneros (estaban como muertos). Pasada una semana todavía era necesario alimentar a nuestros borrachos; eran incapaces de mantener la sopa dentro de la cuchara. Ni un solo soldado pudo comerse su ración, de lo potente que había sido el vino. Llegamos a Vitoria, una ciudad encantadora, de allí pasamos a Burgos y de ésta a Valladolid, una ciudad grande y bella….