Moltke ordenó entonces a los tres ejércitos que avanzasen hacia Metz, un breve giro para el 1.er Ejército y marchas forzadas para los otros dos. Sin embargo, a medida que se apresuraban hacia el norte les llegaron malas noticias. En la madrugada del 15 de agosto, Bazaine habían comenzado su retirada hacia Verdún. Llegaban demasiado tarde.
O no. Esa misma tarde, una de las formaciones prusianas estaba a distancia de ataque de Metz. Se trataba de la vanguardia del 2.º Ejército: el III Cuerpo prusiano a las órdenes del general Constantin von Alvensleben.94 Lo que sucedió no debería sorprendernos a estas alturas. Tras cruzar el río Mosela, que fluye casi exactamente de sur a norte antes de girar hacia Metz, pudo ver claramente a las columnas francesas que se retiraban de la ciudad para dirigirse hacia el oeste. Dando por hecho que Bazaine no hubiese esperado todo ese tiempo para iniciar la retirada, una idea generalmente compartida por el mando prusiano, pensó que debían ser elementos de la retaguardia francesa.
No queriendo dejar que se escabullesen, se lanzó al ataque, sin vacilar y sin pedir permiso a los escalones superiores de mando, contra las fuerzas francesas que tenía enfrente. Esta «retaguardia», por supuesto, resultó ser el contingente principal del Ejército del Rin, que defendía una línea que se extendía desde Mars-la-Tour al oeste, a través Vionville, hasta Rezonville al este.
El ataque del Alvensleben fue un momento épico en la historia del ejército prusiano, un cuerpo que atacaba a un ejército y sobrevivía milagrosamente todo el día.