A la mañana siguiente llegué al cuartel general de Bradley en Luxemburgo y me encontré con que, sin notificármelo, había retirado la Agrupación de Combate B (brigadier general H. E. Dager) de la 4.ª División Acorazada de Arlon para enviarla a una posición al suroeste de Bastogne, y que había detenido a la 80.ª División en Luxemburgo.
Gracias a que la agrupación de combate todavía no había iniciado la lucha, la retiré de nuevo a Arlon e hice que la 80.ª División reanudara su marcha hasta las inmediaciones de Mersch.
Mientras Bradley y yo discutíamos los planes para una operación combinada entre los Primer y Tercer Ejércitos, llamó Eisenhower e informó a Bradley que le iba a dar a Montgomery el mando operacional de los Primer y Noveno Ejércitos de Estados Unidos, ya que las comunicaciones telefónicas entre Bradley y estos ejércitos estaban atravesando dificultades. En realidad esto no era del todo cierto, y me pareció por entonces que estaban dejando de lado a Bradley, bien por falta de confianza en él o bien por ser la única manera que tuviera Eisenhower de evitar que Montgomery se «reagrupara».
Hablar de la falta de velocidad de Montgomery me recuerda algo que el sargento Meeks me dijo al principio cuando comenzábamos las operaciones y Montgomery estaba aguantando valerosamente en Caen mientras nosotros llevábamos la iniciativa. El sargento Meeks observó: «por Dios, general, si el general Montgomery no hace por moverse a esos soldados británicos les van a crecer algas y lapas en su pie izquierdo de tanto estar en el agua».
En cualquier caso, el general Bradley se tomó de una forma muy marcial lo que era prácticamente una degradación y en ningún momento de la campaña posterior se inmiscuyó en las operaciones del Tercer Ejército, como muy bien pudiera haber hecho, ya que era la única unidad que permanecía bajo su mando. Por otra parte, siempre lo mantuve informado de lo que iba a hacer y les hice partícipes de mis consultas a él y a su estado mayor.