Curioso testimonio del soldado Goblirsch del 54.º Regimiento de la 100.ª División Jäger sobre los efectos de los Katiusha en las tropas alemanas que luchaban en los alrededores del Mamaev Kurgan en Stalingrado:
Los rusos conocían nuestros movimientos y nos convirtieron en el blanco de las salvas de sus cohetes Katiushas —llamados por nosotros «órganos de Stalin»— desplegados en la isla del Volga. Fuera de las casas el aire era siempre insalubre. Cuando estaba todo tranquilo, grandes nubes de humo colgaban sobre la ciudad: el hedor de los incendios y de la descomposición llenaba el aire. Pronto nos vimos obligados a reconocer que hasta nuestra robusta, llamativa y blanca casa fue registrada por el fuego de artillería y tuvimos que excavar un búnker de tierra a su lado.
Ahora, los órganos de Stalin ya no nos ponían nerviosos. Oíamos como eran disparados y nos deslizábamos de inmediato debajo de la tierra. El efecto de la metralla de estos cohetes no era muy grande y había muchos defectuosos.
Los rusos trataron de incrementar el efecto de la metralla soldándoles pequeños tubos de hierro en la cabeza con el objeto de que detonaran un metro antes de lo habitual. Esto provocó cierta comicidad en muchos cohetes defectuosos, clavados sin estallar sobre un palo, y dependiendo de la superficie se bamboleaban entre diez y quince centímetros por encima de suelo.