Franz quedó fascinado y asombrado. Pisando el pedal del timón y empujando un poco la palanca de gases hacia delante, Franz se hizo a un lado con su Bf 109, sobrepasó la cola y voló junto al lateral derecho del bombardero, paralelo al fuselaje.
Inspeccionó el aparato en busca de armas que la tripulación del bombardero pudiese volver todavía contra él. Vio que no había ametralladora en la ventana lateral, descabalgada de su montaje.
Vio que la torreta superior estaba vacía y que el habitáculo de la radio había quedado destrozado. A continuación voló a la altura suficiente como para quedar fuera del radio de elevación de la torreta ventral. Luego, siguiendo por el lateral del bombardero, Franz vio algo perturbador. Las explosiones de los proyectiles habían desgarrado el metal del fuselaje en la sección media. Pudo ver a los miembros de su tripulación a través de las costillas expuestas del avión, acurrucados uno sobre otros, cuidando de sus heridos.
Siguiendo hacia delante, Franz puso su avión en posición sobre el extremo del ala derecha del bombardero. Entonces pudo ver los daños en el morro. El bombardero volaba como si estuviese sujeto por una cuerda invisible.