Aquella noche se empezaron las trincheras, adelantándose notablemente. Al día siguiente, que fue diez de octubre, sacó el enemigo cosa de 30 soldados protegidos por un escuadrón de unos 200, poniéndolo pegado a sus fortificaciones en una parte donde no podía ser descubierto, por estar entre éstas y nuestra vanguardia de las trincheras el riachuelo antes mencionado que desagua en el Rin. Junto a este riachuelo hay de nuestro lado un dique, tras el cual se emboscó esta gente e hizo subir por encima cosa de 30 tiradores o poco más.
A su encuentro salieron con más valor que recato algunos soldados Españoles e Italianos con el capitán Cepeda y el sargento mayor Cacha de los Napolitanos, adelantándose tanto que no contentos con echar del dique a los enemigos los quisieron seguir, pasando el riachuelo por un puentecillo muy estrecho donde quedaron expuestos a toda la mosquetería de la gente que estaba abajo, con pérdida de siete u ocho de los nuestros, aunque a lo que se pudo juzgar, no la tuvieron menor los enemigos, ayudando también a ponerlos en retirada la compañía de caballos borgoñones del barón de Scey, que los acometió valerosamente.
Fue de nuestra parte muy de sentir la pérdida de los muertos, si bien en número tan pequeño, por las personas a quien tocó, porque al sargento mayor Cacha y al capitán Cepeda los mataron en la arremetida, soldados ambos de honrados y largos servicios, especialmente Cacha, por espacio de 40 años continuos, ganando en las más de las ocasiones de aquellas guerras honradísima opinión.