
El 12 de julio de 2006, un destacamento bien entrenado y altamente motivado de combatientes de Hezbolá cruzó desde el sur del Líbano al norte de Israel, asesinó a tres soldados israelíes y secuestró a otros dos. El primer ministro israelí, Ehud Olmert, calificó la incursión de «acto de guerra» y proclamó que «Líbano sufrirá las consecuencias de sus actos». Con el convencimiento de que podían obligar a Hezbolá a desarmarse y retirarse del sur de Líbano mediante el inicio de una campaña aérea basada en los efectos, la Fuerza Aérea israelí comenzó a bombardear objetivos en todo el Líbano. Aunque inicialmente se vio sorprendida por los destructivos ataques aéreos, Hezbolá desencadenó su propio ataque en 24 horas, lanzando una extensa salva de cohetes contra Israel desde el sur del Líbano.
A pesar de que Israel dio garantías a Estados Unidos de una resolución «rápida y decisiva» del conflicto, los cohetes Katyusha de corto alcance de Hezbolá siguieron lloviendo sobre la población israelí. A medida que pasaban los días era cada vez más evidente, tanto para las Fuerzas de Defensa de Israel como para los analistas militares occidentales, que las acciones de la IAF estaban teniendo poco efecto sobre los cohetes de Hezbolá.
Cuando las IDF trasladaron sus fuerzas terrestres a regañadientes al sur del Líbano, la aparente ineficacia de la operación y la tenaz resistencia de los combatientes de Hezbolá dejaron atónitos a los observadores militares de todo el mundo. Tras años de operaciones de contrainsurgencia de gran éxito contra los palestinos, las IDF parecían bastante ineficaces a la hora de llevar a cabo con éxito una campaña terrestre convencional contra Hezbolá.
Aprovecha nuestro PACK Oriente Próximo y llévate: nuestro libro «Guerra de Armas Combinadas en la Historia Militar de Israel» + Cuaderno de Salamina Nº3 – «No estábamos preparados» + Boletín de Salamina «La llave del Sinaí. la batalla de Abu Ageila, 1956».
