El StuG III continuó avanzando hasta la siguiente cresta de la ladera izquierda de la colina, donde tenía una línea de visión despejada de los blindados enemigos. Wittmann vio como uno de los carros soviéticos se dirigía hacia ellos a solo 400 metros de distancia después de coronar la cresta de una colina cercana. Ya le hubiese gustado detectar a los carros enemigos en el momento de coronar las crestas, pues eso le habría permitido colocar un certero proyectil de 75 mm directamente en sus panzas, la parte menos blindada de los T-34. Con un poderoso rugido del motor, Koldenhöff adelantó el StuG III según las instrucciones de Wittmann hasta que su tirador tuvo visión sobre la cresta de la colina. Tan pronto como se detuviese el cañón de asalto, Klinck solo tendría que hacer unos rápidos ajustes finales en las miras ópticas del cañón y destruir al T-34 enemigo. El StuG III cubrió muy rápido los últimos metros hasta su nueva posición y, mientras Wittmann ordenaba a Koldenhöff detener el vehículo, su tirador ya había fijado el blanco.
«¡Fuego!», gritó Wittmann. El cañón de 75 mm produjo un fuerte chasquido y un gran estrépito. El proyectil perforante buscó su blanco y logró penetrar entre el anillo de la torreta y la parte superior de la superestructura incendiándolo. En cuestión de segundos, la munición que llevaba a bordo se prendió y el carro estalló, volando en pedazos desgarrado por los ribetes de las soldaduras. Como se esperaba, los otros carros soviéticos se detuvieron en seco al no esperar la presencia de un cañón de asalto alemán. Wittmann no perdió un segundo en buscar un segundo blanco.
Además, si eres miembro del CLUB SALAMINA, te llevas de regalo el Boletín Salamina Número 1 Entrevista al general Hermann Balck Sólo en nuestra tienda online.
Witman…el héroe de villers…soy gran admirador de su valey…