El día 11, a las seis y media de la mañana, empieza el desembarco de las fuerzas de la brigada de Melilla en la playa de los Frailes. Se destinaron para el desembarco de la columna de Melilla sólo dos barcazas «K», y por ello y por el mal estado del mar se efectuó la operación con grandes dificultades empleándose todo el día en desembarcar las fuerzas de la Mehalla de Melilla, la Harca de Varela, un tabor de Regulares de Melilla, dos compañías del regimiento de Infantería de Melilla, un batallón de Infantería de Marina, una batería de obuses, una compañía de Ingenieros y el Cuartel General de la columna de vanguardia, tomando el mando de todas estas fuerzas el coronel Goded, por no haber desembarcado aún el general Fernández Pérez. Se asignó a estas fuerzas de la columna de Melilla el sector izquierdo del frente, constituido por la parte montañosa del promontorio de Morro Nuevo desde el collado de la playa de los Frailes hasta la llamada Casamata del Cañón.
La situación de estas fuerzas de la columna de Melilla resultaba peligrosa y difícil, pues para un frente de unos tres kilómetros se contaba con menos de 3.000 hombres de fuerzas combatientes, densidad bien pequeña para poder resistir un ataque a fondo, no pudiendo organizarse el dispositivo en profundidad por falta de efectivos y por escasez de terreno para ello dada la proximidad al mar del frente ocupado por las tropas; no se disponía de material de fortificación, que no hubo tiempo de desembarcar en el día, y la protección de las tropas hubo de improvisarse con parapetos de piedra y sin alambrada alguna, no existiendo reservas ni repuesto de víveres, agua ni municiones. Si el enemigo hubiera atacado a fondo en un solo punto con reiteración de esfuerzos habría podido romper aquella noche esta débil línea. Afortunadamente, los rifeños no supieron emplear esta táctica, desparramaron sus fuerzas tanteando en varios puntos y su formidable esfuerzo fracasó.