Finalmente, el día 21 de mayo a las 13:15 un avión Spitfire de la RAF en misión de reconocimiento fotográfico obtuvo imágenes de los buques alemanes en Grimstadfjord. Se trataba de un vuelo de reconocimiento rutinario. Uno de tantos sobre ese cuadrante. O eso es lo que cuentan los británicos. En todo caso, cuando esas fotografías llegaron al Reino Unido, el empleo de potentes estereoscopios no dejó lugar a dudas: ¡se trataba del Bismarck! ¡Todas las informaciones anteriores eran ciertas! De modo que el factor sorpresa, tan caro a los intereses alemanes, brilló por su ausencia desde casi el primer instante.
Sabemos que los británicos se tomaban muy en serio estas tentativas de los buques alemanes. Basta recordar lo ocurrido con motivo de las salidas de los acorazados Scharnhorst y Gneisenau.
Pero esta vez fueron aún más contundentes. En realidad, la Royal Navy movilizó a prácticamente todos los buques disponibles en el Atlántico desde la categoría de destructor para arriba, en un despliegue sin precedentes. Eso sí, convenientemente divididos en varias agrupaciones. El principal grupo de caza estaba llamado a ser el liderado por el crucero de batalla Hood, de 42.000 toneladas, acompañado por el nuevo acorazado Prince of Wales, de 35.000 toneladas, que a su vez estarían apoyados por varios cruceros y destructores. Teniendo esa responsabilidad en mente, zarparon de Scapa Flow a las 01:00 de la madrugada del día 22 de mayo, dirigiéndose hacia su objetivo.
El Aurora también participó en la cacería, pero integrado en el núcleo principal de la Home Fleet, al que se le asignó una zona de patrulla ubicada al suroeste de las islas Feroe, casi a mitad de camino entre Scapa Flow e Islandia. La Home Fleet estaba liderada por el acorazado King George V (gemelo del Prince of Wales) en el que izaba su bandera el almirante Tovey, así como por el portaaviones Victorious, de 23.000 tons. Este buque estaba dotado con los lentos pero muy maniobrables biplanos torpederos Fairey Swordfish. Aviones del mismo tipo que los que en noviembre habían dejado fuera de combate a tres acorazados italianos en Tarento.
El principal inconveniente es que ese día este portaaviones solo llevaba a bordo nueve de esos ágiles aparatos –cuando lo normal era duplicar esa cifra- así como seis cazas navales Fairey Fulmar. Eso se debía a que el resto de su espacio estaba ocupado por varios cazas de la RAF Hawker Hurricane que, semidesmontados, iban ser lanzados a la isla de Malta para reforzar sus defensas antiaéreas. Con todo, se decidió no perder ni un solo instante en embarcar más torpederos o en desembarcar los Hurricane, siendo como eran del todo inútiles para ejecutar esta misión. Este detalle constituye una buena muestra de la premura con la que esta agrupación naval se hizo a la mar para frenar a los buques alemanes…